Homilía 2 Domingo de Navidad. 3 de Enero de 2010


PALABRAS COMO ABRAZOS


Un gran poeta de este siglo hablando de sus poemas decía en una ocasión que sus versos eran apretones de mano dirigidos a la humanidad. Decimos que las palabras se las lleva el viento. Pero las palabras no son sólo aire. Tienen la capacidad de tocar y afectar a las personas por dentro. Crean relaciones y tejen vínculos. Por eso las palabras son tan decisivas en la vida humana. Una palabra mal dicha puede herir más que un cuchillo, puede derribar la confianza de una persona, puede rasgar relaciones. Afortunadamente también una palabra bien dicha puede curar heridas, puede secar lágrimas, puede despertar indiferencias.
Cuando pienso en el sentido que tiene esas frases que presentan a Jesús como la palabra de Dios me acuerdo siempre de ese comentario del poeta. Jesús, Verbo divino, es el apretón de manos que Dios dirige a la humanidad. Es el vínculo sobre el que el buen Dios construye su relación con nosotros. En Jesús Dios quiere tocarnos y conmovernos desde dentro de nuestra humanidad.
Cuando el evangelista San Juan en el texto del evangelio para este domingo canta a la palabra de Dios lo que hace es describir una parte muy importante de la realidad de Dios. El Dios de la tradición judeo-cristiana es el Dios de la palabra. Un Dios comunicativo es un Dios que, al contrario de lo que algunos piensan, no es un obstáculo a la libertad humana. Quien establece una relación a través de la palabra deja tiempo para la respuesta.
El Dios que dice su palabra nos convierte a nosotros en interlocutores, El Dios de la palabra nos da, a su vez la palabra para que también nosotros la pongamos en circulación para crear vínculos, para mantenernos unidos, para fortalecer a los abatidos. Dios nos abraza en su palabra para que nuestras palabras también puedan llegar a ser abrazo para otros.

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