Bautismo del Señor. Ciclo C. Lc 13, 15-16.21-22.13 de Enero de 2012.


La grandeza de quien se pone en lugar del otro



Lo que cada uno de nosotros somos en la vida, depende entre otras muchas cosas, de las personas con las que nos hemos relacionado. Quien ha tenido la suerte de encontrarse con personas realmente grandes, seguramente que le han ayudado a elevar su personalidad.

La grandeza de una persona no la otorga principalmente sus éxitos profesionales, el dinero o la posición social alcanzada. La grandeza de una persona se mide por su modo de relacionarse con los demás. La grandeza de una persona se encuentra en que en su vida haya sitio para los otros En que no esté solamente referido a sí mismo y haga que todos tengan que girar en torno a él. Es grande la persona que sabe ponerse en el sitio de otros; que comprende al prójimo; que nunca mira por encima del hombro, sino que se pone a nuestro nivel; que no es de los que solamente hablan ellos sino que sabe escuchar.

Jesús fue una persona grande. En el evangelio de este domingo se dice que Jesús se bautizó en un bautismo general. Este gesto al inicio de su vida pública, al comienzo de su predicación, es una acción que anuncia su modo de relacionarse con los demás y el contenido de su misión.

Se podría decir que en el bautismo Jesús acude a Juan para ponerse en la fila de los pecadores. Él, que era bueno y no tenía pecado, se pone junto a nosotros para compartir nuestro destino. La redención de Jesús no es una redención que se realice mirándonos desde arriba, sino poniéndose en nuestro lugar y comprendiendo nuestra situación.

La tradición de la Iglesia lo ha reconocido siempre. La grandeza de Jesús se encuentra en su sencillez y humildad. En que en su vida había sitio para nosotros. Allí hay sitio para mí y para ti. Todos experimentamos la grandeza de Jesús cuando nos acercamos a él y dejamos que nos cure nuestras heridas. En esos momentos sucede como nos cuenta el evangelio que sucedió en el momento de su bautismo. Los cielos se abren y escuchamos una voz que nos dice que en Jesús cada uno de nosotros somos admitidos en el cielo. Que cada uno de nosotros tenemos un lugar junto a Dios.

En la fiesta de hoy recordamos nuestro propio bautismo por el que hemos sido incorporados a Cristo. Hemos comenzado una relación con Él. Unidos a Cristo nuestra vida ha entrado en la intimidad de Dios.