Evangelio Domingo 4 de Octubre de 2009 XXVII Domingo Tiempo Ordinario


Para siempre

Hoy en día, cuando un aparato electrónico se estropea no merece la pena mandarlo a arreglar. En la mayoría de los casos una reparación resulta tan cara como comprar un aparato nuevo. Si todavía estamos en el período de garantía podemos pedir que nos lo cambien por uno que funcione correctamente. Pero si la garantía ya ha caducado es mejor comprar uno nuevo.
Los usos del comercio y de la economía también pueden influir en el modo de entender las relaciones con las personas. Todos podemos sentirnos impulsados a comportarnos con las personas del mismo modo que lo hacemos con los aparatos estropeados. Las grandes empresas prescinden de los trabajadores cuando ya no les resultan rentables. Y todos nos tenemos que preguntar si no nos olvidamos y dejamos al margen a aquellas personas que creemos que no funcionan completamente como los ancianos, los enfermos, los discapacitados... El matrimonio y la relación de pareja también pueden funcionar con las leyes del mercado. Cuando una de las partes no aporta lo que la otra esperaba se cambia ya está.
En el evangelio de hoy a Jesús le preguntan si un hombre puede despedir a la mujer con la que ha contraído matrimonio. Los que preguntan quieren saber la opinión de Jesús sobre una tradición y una convección social. Pero para Jesús las personas y su valor son más importantes que las tradiciones y las convenciones sociales. En su respuesta nos dice que el matrimonio es una relación entre personas. Cada persona es una realidad única e irrepetible. Por eso, las personas no se pueden cambiar aunque nos defrauden en nuestras expectativas y en nuestros deseos. Las funciones se cambian. Las personas son insustituibles. El matrimonio es más que una relación de funciones. Es la unión de quienes un día se descubrieron como realidades únicas e insustituibles. El “para siempre” de la unión matrimonial es una consecuencia del carácter único e irrepetible de las personas.
La aspiración de Jesús a este modo de relación parece muy exigente, pero toca el corazón humano. ¿Quién de nosotros quiere ser considerado como una realidad intercambiable? ¿Quién de nosotros no quiere se considerado como una realidad única? Independientemente de algunos casos particulares en los que ya no es posible la convivencia, “el para siempre” de la unión matrimonial es un ideal a mantener. No se trata de hacer valer una norma antigua o una tradición. Lo que está en juego es la dignidad y el valor de las personas.