Homilía 23 domingo Tiempo Ordinario. Ciclo B.. Mc 7, 31-37

Abre fácil


La industria y el comercio nos facilitan mucho la vida incorporando adelantos a los productos de consumo. Uno de esos pequeños adelantos, casi imperceptibles pero muy útiles, son los envases con sistema de abre fácil. Hace años para abrir un bote o una lata era necesario tener a mano un abridor. Con frecuencia lo olvidábamos o lo perdíamos y entonces teníamos que emplear la fuerza o el ingenio si queríamos abrir el bote de conservas. Hoy día la mayoría de los envases tienen incorporado sistema de abre fácil.

Lo que sirve para las conservas también puede servir para las personas. En ocasiones pienso que la personas también deberíamos tener incorporado un sistema de abre fácil. Las personas podemos ser como envases cerrados. Movidos por el miedo, el resentimiento, el dolor…nos replegamos sobre nosotros mismos y nos escondemos tras una cortina de silencio. Los que nos rodean intuyen que algo nos pasa, que algo se esconde tras nuestro silencio. En esas situaciones sería muy útil un sistema de abre fácil. Pues ¿cómo poder ayudar a quién no sabe o no quiere manifestar la causa de su dolor y pesar? ¿cómo puede esperar que le pidan perdón o le dirijan una palabra de cariño quién no es capaz de expresar una herida o un malestar?

Cuando las personas nos cerramos en nosotras mismas surge a nuestro alrededor malestar, disgusto, malentendido. Allí donde las personas tenemos que convivir juntas el silencio es lo peor que puede ocurrir. El silencio es plata se suele decir. Pero hablar unos con otros es oro.

Todavía no se ha inventado un abre fácil para personas. Y es muy probable que nunca se invente. Pero allí donde las personas necesitamos abrirnos Jesús viene en nuestra ayuda. 

El evangelio de este domingo nos presenta una persona muda que no podía hablar. Jesús le suelta la lengua y regala de nuevo el don del habla. Las personas solemos replegarnos en nosotros mismos cuando sentimos a nuestro alrededor rechazo u hostilidad. Jesús, que no rechaza a nadie, viene a anunciarnos la acogida de Dios. Dios nos acepta y nos acoge como somos. Es esa acogida la que nos empuja a abrirnos a los demás. Dios nos ha dado una boca y una voz para hablar. Usarlas es cosa nuestra.