1º domingo de Cuaresma. Ciclo B. 26 de febrero 2012

Empezad de nuevo

Jesús comienza el anuncio del evangelio proclamando la llegada del Reino de Dios y llamando a la conversión. El anuncio de la llegada del Reino de Dios es el centro de su mensaje. Para él Dios es lo primero y quiere que también nosotros lo pongamos en el centro de nuestra vida. Ante Dios Jesús dio un valor secundario a todas las otras cosas, aunque también sean importantes: la autoridad política y religiosa, la familia, las costumbres sociales…Ninguna de ellas estaba por encima de Dios. La centralidad de Dios nos recuerda a los cristianos que la fe es algo serio que consiste en servir a Dios y su Reino y no en jugar con Dios.

Con la llamada a la conversión Jesús nos dice: No sigáis haciendo las cosas como hasta ahora. Empezad de nuevo. Llama a reconciliarse con Dios, en vez de conformarnos con estar a gusto con nosotros mismos. Quiere impedir que nos quedemos en lo que somos y sin comprometerse cada día en llegar más lejos. No quiere que nos agotemos en una vida en la que al final solamente hayamos estado pendientes de nosotros mismos. Jesús viene a ayudarnos a fundar una vida en Dios.

En su mensaje no comienza diciéndonos que seamos primero buenos y luego Dios se hará presente en nuestra vida. ¡Al contrario! anuncia primero la cercanía de Dios a nuestras vidas. Esa proximidad nos ilumina para ver las cosas que tenemos que cambiar. Y la cercanía de Dios nos da la confianza para poder levantarnos y comenzar una nueva manera de vivir. Si podemos ver las sombras en la oscuridad es porque una luz nos ilumina. También las sombras de nuestra vida las podemos ver desde la luz de Dios.

La llamada a la conversión Jesús no la formula en singular. La proclama en plural. Por supuesto que esa llamada se dirige en primer lugar a cada individuo y es claro que todo cambio social comienza con el cambio de cada uno. Pero la llamada a la conversión no termina en el individuo. Alcanza también nuestro modo social de vida.

En nuestra vida social y nuestra convivencia hay señales que nos dicen que las cosas no están bien: la marginación que sufren algunas personas; la violencia y la crueldad en nuestras relaciones; las escandalosas desigualdades económicas; enfermedades y enfermos olvidados que no reciben la suficiente atención; el escandaloso número de abortos realizados al año; la banalidad y la superficialidad que nos rodea… Tenemos que preguntarnos si los valores sociales que configuran nuestra vida social son los que más nos humanizan  y si no es así, buscar mejores fundamentos para nuestra convivencia.

Homlía Miércoles de Ceniza. 22 de febrero 2012

Todo es destruible – todo es restaurable

La ceniza nos hace pensar en destrucción. Cuando el fuego arrasa solamente quedan cenizas. Cuando las maquinas de la guerra descargan su poder sobre una ciudad reducen sus edificios y calles a cenizas. Hoy los cristianos nos dejamos poner un poco de ceniza sobre nuestras cabezas y frentes. Cualquiera que, desconociendo las costumbres cristianas, nos observe se preguntará ¿pero estos que hacen? ¿qué significa todo eso? La ceniza es la señal de que todo lo que vivimos es destruible. Nuestra existencia, el resultado de nuestro trabajo, nuestras relaciones, las ilusiones y sueños, la bondad que Dios plantó en nuestro interior…Todo puede ser destruido y arrasado. Además sabemos que esa posibilidad se vuelve realidad en muchos momentos de nuestra vida en los que la fuerza del mal es más poderosa que nuestra resistencia.

Todo es destruible. Pero también con la fuerza de Dios todo puede ser reconstruido, restituido, retomado. El significado del miércoles de ceniza no se agota en el recuerdo de la destrucción y el mal que acecha a la vida humana. El día de hoy es también una llamada a la esperanza de un futuro nuevo. Los cristianos recibimos la ceniza envuelta en la señal de la cruz. Con eso queremos decir: Alguien está junto a ti cuando la destrucción amenaza tu vida. Y como Él es más poderoso que el mal, te da su fuerza para que de las cenizas de tu vida surja un nuevo paisaje. La cruz nos recuerda que ni el mal, ni la destrucción, ni la ceniza, tienen la última palabra en este mundo bueno que Dios ha creado.

Tengo que confesar que en el tiempo de mi existencia en muchos rincones de mi vida la destrucción y el mal han depositado ceniza. Hoy buscaré un rato para rastrear en silencio los rincones de mi vida. Espero tener fuerzas para tomar esas cenizas en las manos y ponerlas delante de la cruz. Sé que allí me espera el Señor, aguardando que las deposite a sus pies para, una vez más, soplar sobre mí la brisa de vida que regenera y reconstruye todo.