Homilía 8º Domingo ciclo A. 26 de febrero de 2016



Lo primero, el Reino de Dios

Mt, 6, 24-34

 Con el lema "América primero" comenzó el actual presidente de los Estados Unidos su campaña electoral. En su discurso de toma de posesión del cargo volvió a insistir en la misma idea, "América primero", como una intención fundamental en su programa de gobierno.

Ser el primero, ser los primeros, es una aspiración poderosa en muchos ámbitos de nuestra vida social. Ser el primero no es solamente el objetivo de muchos deportistas. También en la economía, en la vida profesional, en los centros educativos se tiene la misma pretensión. Continuamente nos presentan listados en el que se recogen los más ricos del mundo, las mejores empresas de nuestro país, las universidades más valoradas o los escolares que tienen mejor rendimiento según los criterios del estudio Pisa.

En la otra parte de la medalla de los ganadores, están los perdedores. Los que no llegan a alcanzar los primeros puestos y de los que normalmente no nos acordamos. En el ámbito deportivo no es demasiado dramático no ser los primeros, pues es verdad que aquí -y en otros ámbitos de la vida- lo importante es participar. Pero puede ser dramático en el ámbito económico y en el de la vida social. En la otra parte de los triunfadores, de los que tienen éxito, se encuentran los que no han podido llegar a los primeros puestos porque han tenido circunstancias más difíciles y no porque no se hayan esforzado. Pienso en muchas personas que han perdido el empleo, en los afectados por alguna debilidad o limitación que les impide competir en igualdad de condiciones.

En el evangelio de este domingo Jesús pide a sus discípulos que pongan en primer lugar el Reino de Dios. Lo primero el Reino de Dios y su justicia, nos dice. Y nos sitúa ante la alternativa de servir a ese Reino de Dios o al dinero.

La exigencia de Jesús viene envuelta en la imagen del Padre bueno que sabe los que necesitan sus hijos y procura dárselo. Y habla de los lirios del campo y de los pájaros que tienen su sustento. Con esta imagen Jesús no está transmitiendo una idea romántica de vuelta a la naturaleza, de despreocupación por el futuro o de no considerar las necesidades que tenemos como seres humanos, y que tenemos que cubrir con nuestro trabajo y esfuerzo. Con el ejemplo de los lirios y los pájaros Jesús no llama a la pereza o al descuido.

Jesús nos quiere decir que en el Reino de Dios la medida de la justicia es el cuidado mutuo, de la misma manera que Dios cuida de nosotros. En el Reino de Dios las relaciones no son de competencia, mucho menos de rivalidad. Son relaciones de cooperación y cuidado mutuo. Jesús nos dice que aquel que se considera ciudadano del Reino de Dios trata a los demás como hermanas y hermanos y no como rivales.

La próxima semana comenzamos la cuaresma. Es un tiempo para experimentar lo afortunados que somos y lo mucho que recibimos de Dios. Es un tiempo también para compartir lo que tenemos y somos.