Homilía 19 domingo Tiempo Ordinario Ciclo B. 12 agosto de 2012


Anhelo de vida plena y auténtica


El explorador había regresado junto a los suyos, que estaban ansiosos por saberlo todo a cerca del Amazonas. Pero ¿cómo podía él expresar con palabras la sensación que había inundado su corazón cuando contempló aquellas flores de sobrecogedora belleza y escuchó los sonidos nocturnos de la selva? ¿cómo comunicar lo que sintió en su corazón cuando se dio cuenta del peligro de las fieras o cuando conducía su canoa por las inciertas aguas del río?
Y les dijo: “id y descubridlo vosotros mismos. Nada puede sustituir al riesgo y a la experiencia personales”. Pero, para orientarles, les hizo un mapa del Amazonas.
Ellos tomaron el mapa y lo colocaron en el Ayuntamiento. E hicieron copias de él para cada uno. Y todo el que tenía una copia se consideraba un experto en el Amazonas, pues ¿no conocía acaso cada vuelta y cada recodo del río, y cuán ancho y profundo era, y dónde había r ápidos y dónde se hallaban las cascadas?
Antonio de Mello
Todos los que hemos comunicado algo de nuestra experiencia religiosa sabemos de la dificultad de hablar de Dios. Las palabras. se quedan cortas para hablar de esa gan experiencia. Y sin embargo sentimos la necesidad de hablar, de hacer participes a otros de nuestra experiencia. El lenguaje religioso tiene que cargar con esta paradoja. Necesitamos recurrir a él para encontrarnos con Dios y vivir algo de su realidad, pero por otra parte se nos queda corto, pues Dios sobrepasa todo lenguaje. No podemos prescindir del lenguaje sobre Dios pero tampoco podemos deternos ahí.
Esta particularidad forma la dificultad del lenguaje religioso. Por ella a veces se producen incomprensiones y malentendidos, Sobre todo cuando no sabemos o no nos atrevemos a ir más allá de las palabras y nos quedamos en su literalidad. A Jesús le ocurrió algo de esto. No siempre entendieron sus palabras y en bastantes ocasiones hasta las transigiversaron. Una de esas situaciones de malentendidos se nos presenta en el evangelio de hoy.
Jesús esteblecía signos para fortalecer su mensaje. La multiplicaación de los panes fue uno de esos signos. Con ella quería decir que llegaban los tiempos mesiánicos. Que la humanidad podíamos sentarnos juntos alrededor de Dios. Que Él está de nuestro lado y para percibirlo solo tenemos que levantar los ojos por encima de nuestras necesidades inmediatas y percibir el alimento de Dios, alimento de sentido, de paz y perdón, de esperanza y amor. Jesús viene a traernos otra dimensión de la vida y de la existencia; una dimensión que se encuentra más allá de nuestras necesidades primeras.
Pero según el evangelio de este domingo muchos no entendieron su mensaje y confundieron sus palabras. Parece que pocos tenían antenas para la dimensión de vida que Él anunciaba. Algunos se encontraban tan llenos y satisfechos con los bienes que les rodeaban que no tenían sensibilidad para el mensaje de Jesús. ¿Porqué pensar en el sentido, en la fraternidad universal, en justicia y paz para todos, en la gratitud y alabanza a Dios, cuando el mercado nos ofrece cosas tan interesantes? Otros quizás estaban tan agobiados por necesidades y carencias que tampoco prestaban atención a sus palabras. Además ¿quién era ese vecino de Nazaret para hablar de Dios, de la vida eterna, de la salvación?

Hoy día resulta igual de complicado hablar de Dios y de su Reino. Nuestra sociedad con todos sus productos de consumo y diversión parece agotar todo el espectro de intereses de las personas. En medio de tantas cosas que comprar, tantos viajes que emprender, ya no hay lugar ni interés para Dios. Y muchos que hablan de Él, la Iglesia, no parece tener en orden su casa, y con frecuencia, conductas y comportamientos de algunos de sus representantes contradicen lo que anuncian.

Pero a pesar de todo permanece en el fondo de todo ser humano un anhelo de bondad sin límites, de reconciliación y perdón, de paz y entendimiento mutuo...Permanece lo que los cristianos llamamos el anhelo de vida eterna, de vida plena y definitiva. En muchas personas se encuentra oculto y apagado. Pero hay ocasiones en las que se despierta en forma de un relampageo momentáneo, de pregunta, de deseo de un mundo mejor...

Además son muchos también los que tienen una representacion pretificada de Dios; recogida en frases esteriotipadas, en imagenes de infancia, pero sin dar el paso a una presencia viva y real. Les ocurre como a los oyentes de la historia. Se conforman con ideas esteriotipadas sin dar el paso a la realidad y la vida.

Jesús vino a despertar nuestro anhelo de vida en plenitud y a proponer un camino para saciarlo. Y vino también a decirnos que no hay nada como el encuentro vivo y personal con Dios. Que ningún texto, ningún dogma, ninguna costumbre pueden sustituir el contacto vivo y real con Dios. Para hacerlo posible es necesario abrirse a esa otra dimensión que se encuentra en lo más profundo de nosotros y más allá de lo que nos rodea. Es preciso comenzar a pensar que es posible pensar un mundo en el que nos entendamos todos, en el que expulsemos la violencia y la destrucción, en el que repartamos los biens de la tierra.

En este domingo me deseo y os deseo, ambas cosas para todos nosotros. Sensibilidad para los valores de la vida eterna, para la vida de Dios, y la posibilidad de un encuentro real y vivo con Dios