Homilía 3 domingo de adviento


 Saber quién es uno

Una de las cosas realmente complicadas en la vida humana es conocerse bien a uno mismo. Hace falteea mucha atención, mucha humildad, mucha capacidad de introspección para detectar de verdad las aspiraciones propias, los valores que orientan el camino de la existencia, los deseos que se persiguen. La pregunta ¿Quién soy yo? no la acabamos de responder nunca. Nos persigue a lo largo de la vida. La dificultad de responder a esta pregunta es lo que se encuentra en el origen de la incomodad que sentimos cuándo alguien nos pregunta quiénes somos. Y por eso solemos responderlas con evasivas. A pesar de la dificultad la pregunta por la identidad propia es una de las más importantes y decisivas de la vida. La cuestión no es cuánto tengo o qué dicen los demás de mí. La cuestión que importa es quién soy yo de verdad
A Juan el bautista le hicieron esta pregunta. Y tal y como lo recoge el evangleio de este domingo no la rehusó ni la respondió con evasivas. Al contrario su respuesta destella lucidez.Juan no deja resquicio al autoengaño y siempre da una negativa cuando se le atribuye una identidad diferente a la que realmente tiene. Juan no se hace pasar por quien no es. No juega a tener una identidad diferente a la suya.
Juan sabe quién es. Y al conocerse percibe con lucidez la tarea que le corresponde. Es el precursor, el que anuncia lo que viene detrás. Es el telonero que prepara el ánimo y caldea el ambiente para el gran concierto. Es un dedo que señala al Mesías, una voz que anuncia al Salvador.
Igual que Juan la Iglesia y cada creyente también es una voz que anuncia, una mano que indica. No somos el Salvador ni nuestras obras son la salvación.  Pero apuntamos y cantamos a quien está por venir. Nuestra tarea es prestar nuestra voz y nuestro rostro al evangelio, apuntar a quien viene a traernos la salvación.

Ricardo de Luis Carballada, OP