Evangelio del domingo 13 de septiembre XXIV del Tiempo Ordinario














La pregunta del apuro

Cuando alguien da clases o simplemente anima la reflexión de un grupo a veces llega el momento de la pregunta del apuro. Es cuando alguien dice: "Todo eso que usted nos ha explicado está muy bien, pero en la vida cotidiana ¿usted como lo afronta? ¿Cómo lo resuelve'?". La pregunta del apuro es la que no nos deja mantener la distancia de la teoría respecto al objeto de nuestro discurso. Es la que nos compromete personalmente.

Cuando Jesús pregunta a sus discípulos: "Y vosotros ¿quién decís que soy yo?", les dirige la pregunta del apuro. Jesús no les pregunta por la respuesta que dice el catecismo o un libro de teología. Jesús les hace una pregunta personal. Podríamos traducirla a nuestro lenguaje diciendo, "¿qué papel juego yo en vuestra vida?", "¿que lugar ocupo en vuestras motivaciones e intereses?"

Es una pregunta que todo cristiano tiene que responder. Y el evangelio nos recuerda que esa pregunta dónde mejor la podemos responder es camino del calvario. Jesús es la fuerza de Dios para nuestra vida. Y esa fuerza se hace valer sobre todo allí donde lo humano sufre y duele. Allí donde se precisa del amor, la solidaridad y la ternura para hacer valer la dignidad de lo humano.

De Procesión en Almería


He tenido la suerte de participar en Almería en la Procesión de la Virgen del Mar, patrona de la ciudad. El acto me ha levantado esperanza. Eran muchas las personas que durante todo el recorrido se reunieron en las calles del itinerario para ver pasar a su Virgen. Muchas más de las que yo esperaba. Sé que en estos actos no todo es religiosidad. Y también empuja la tradición, la costumbre o simplemente asistir a un espectáculo estéticamente hermoso. Pero me sorprendió mucho la actitud de respeto de la mayoría. Algunos se santiguaban al paso de la Patrona. Quienes disfrutaban de una tarde de final de verano en una terraza, no dudaron en levantarse cuando la procesión pasaba a su altura. Y no eran sólo personas mayores los que lo hacían. Adolescentes, sentados en los peldaños de los portales, también se ponían en pie cuando la Virgen pasaba por su lado. Y ví como muchos padres también levantaban a sus pequeños , que agurdaban sentados en las aceras, para decirles desde ahora, que a la patrona se le debe un respeto. Es verdad que algunos comían pipas y palomitas mientras contemplaban la procesión. Pero la tónica de la mayoría le hace a uno albergar la esperanza que, en el futuro, segurián siendo más los que se santigüen que los que coman pipas. Al término de la procesión el obispo de Almería elevó una oración sencilla, sentida y pegada a la realidad de todos los asistentes. Pidió la bendición a la patrona, acordándose en primer lugar, de los afectados por la crisis, de los inmigrantes que llegan a las costas de la región, de los ancianos y los niños...Para que luego digan que a los obispos no se les entiende y que la religión aleja de la realidad...En fin, una jornada llena de religiosidad, fervor y devoción, que todavía se mantiene viva en España.