HOMILÍA 22 DOMINGO DEL TEEIMPO ORDINARIO. CICLO B.. Mc 7, 1-8.14-15.21-2315

LO DE DENTRO Y LO DE FUERA


Lo cuenta el especialista en comunicación Paul Watzlawick. Una mujer vivía junto al río. Desde la ventana de su casa podía ver a un grupo de muchachos que acudían las tardes de verano a bañarse desnudos. La mujer llamó a la policía que pidió a los jóvenes que se desplazaran un poco. Al día siguiente volvió a llamar a la policía pues los seguía viendo desde la ventana del dormitorio que se encontraba en el primer piso; la policía volvió a pedir a los jóvenes que se bañaran un poco más lejos. A los dos días la mujer volvio a llamar a la policía. Cuando subía al desván y miraba con los prismáticos seguía viendo a los jóvenes desnudos.

Es claro que hay personas que ven lo que quieren ver. Para estas personas el bien y el mal, lo puro o lo impuro no está en las cosas. Está en su mente y en su corazón. En la polémica con los faríseos, éstos reprochaban a Jesús que sus discípulos no observaban las reglas de la pureza, como lavarse las manos antes de comer. Jesús replica que no es lo que viene de fuera lo que hace impuro, sino lo que viene de dentro. Así se presenta en el evangelio de este domingo.

Jesús no pretende destruir las normas y reglas religiosas sino ponerlas en su justo lugar. Todo grupo humano tiene normas y reglas que regulan la convivencia, orientan el comportamiento, confieren identidad y sentido de pertenencia. También las religiones tienen normas y reglas. Su sentido es educar la interioridad, orientar el corazón modelar las actitudes. Por ejemplo las reglas de pureza exterior son llamadas de atención para procurar la pureza interior.

Las acciones rituales tienen sentido en la medida que nos llevan a ejercitar el interior. A vivir dentro de nosotros lo que hacemos en el exterior. Pero si se quedan en eso, en acciones exteriores que no tienen ninguna correspondencia en el interior pierden su valor y su signficado religioso.

Jesús miraba las cosas con los ojos de Dios. Por eso penetraba directamente en el corazón, en el interior de las personas. Y nos invita a que valoremos las cosas desde esa perspectiva. A veces desconfiamos, rechazamos o juzgamos equivocadamente a otras personas a partir de su apariencia externa. Así les sucedía a los discípulos de Jesús. Eran juzgados por su apariencia, por el cumplimiento o imcumplimiento de las prescripciones religiosas. Jesús nos llama a que sepamos mirar el interior.