Homilía 14 domingo tiempo ordinario. Ciclo B. Mc 6, 1-6


ABRIRSE A NUEVAS POSIBILIDADES



De algunas personas decimos que supieron adelantarse a su tiempo. Por ejemplo Martin Luther King que en su famoso discurso “Tengo un sueño” dibujó un horizonte social sin discriminación racial y anunció la convivencia entre razas. Lo mismo podríamos decir de Bartolomé de Las Casas y de Francisco de Vitoria, que en el siglo XVI salieron en defensa de los derechos de los indígenas y cuestionaron la ideología de los conquistadores. También podríamos mencionar a tantas mujeres que hablaban de la igualdad entre varones y mujeres y se preocupaban por el desarrollo de la mujer, como ha sido el caso de muchas fundadoras de congregaciones religiosas.

Con mucha frecuencia las personas son encadenadas a las condiciones del mundo que les rodea. Parece que todos tenemos que repetir las cosas tal y como nos las hemos encontrado. No se espera cambiemos las cosas que no están bien y busquemos el modo de mejorarlas. Lo que los demás esperan de nosotros es precisamente que demos continuidad al mundo en el que nos encontramos.

Todas las personas corremos el peligro de permanecer encerrados en la imagen que los demás se hacen de nosotros. De responder solamente a las expectativas de los demás, sin crecer desde nosotros mismos, desde lo que somos y desde las capacidades que tenemos.

Y lo mismo puede ocurrir en nuestra vida religiosa, en nuestras relaciones con Dios. Nos puede suceder que no dejemos a Dios ser Dios. Que hagamos un Dios a nuestra medida y a la medida de nuestros juicos previos, de nuestras ideas de las cosas. Ese Dios será un dios diseñado por nosotros, que no nos ayudará a crecer, a desarrollarnos y evolucionar.

A Jesús también le ocurrió que la imagen que los demás tenían de él no coincidía con lo que era en lo profundo de su ser. Así se nos presenta en el evangelio de este domingo. Jesús nació en Nazaret, un pequeño pueblo de Palestina; jugó y fue a la escuela con los niños de su generación, aprendió un oficio de artesano…Todos esperaban que reprodujera el mundo tal y como lo había encontrado. Y que se comportara como una persona que se corresponde con esos orígenes sociales. Por eso sus vecinos, la gente que le había visto crecer, se sorprendían con su comportamiento, que no encajaba en las expectativas que se habían hecho de él. El hijo del carpintero no podía hablar en público y decir esas palabras tan sorprendentes.
Hay una frase que podemos recordar todos: “En tu vida hay más posibilidades de las que piensas, empezando por las posibilidades que Dios te puede inspirar”. Jesús, que había nacido en la pequeña aldea de Nazaret era el Hijo de Dios y toda la fuerza y el poder de la divinidad residía en su vida. Por eso podía levantarse sobre las condiciones del mundo que había encontrado y pensar que las cosas podían ser de otra manera. No se conformo con el mundo que se encontró dado; no se resigno a un mundo de violencia, de injusticia y de mentira. Dios le dibujaba otro horizonte sobre su vida: le dibujaba un mundo mejor que es el que predicaba.

Nosotros solamente nos conocemos a nosotros mismos en parte. Dios nos conoce por entero. Por eso desde Dios podemos penetrar en lo profundo de nosotros mismos y descubrir todas las posibilidades de nuestra existencia. Cuanto más conocemos a Dios más nos conocemos a nosotros mismos. Dios nos ayuda a permanecer abiertos a lo nuevo, a las nuevas posibilidades para nuestra vida. Dios abrirá nuestro corazón.