Homilía de La Ascensión. Domingo 12 de junio de 2013


MIRAR DESDE LO ALTO

No he olvidado nunca la primera vez que subí al campanario de una catedral para contemplar desde las alturas la ciudad. Desde lo alto todo se ve muy cambiado. Las personas son diminutos puntos que se mueven de un lado a otro. Las casas que desde la calle parecen amontonarse unas junto a otras, desde las alturas se ven formando hileras y formas geométricas. Pero sobre todo me llamaba la atención que desde allí arriba parecía irrisorio el ajetreo de la ciudad.

Hace mucho tiempo que no subo a lo alto de un edificio a contemplar la ciudad. Y quizás me viniera bien hacerlo de vez en cuando. Estoy seguro que desde las alturas veré con otros ojos el ajetreo de cada día. Juzgaré de otra manera los roces cotidianos. No me angustiarán tanto las preocupaciones de cada día. De vez en cuando viene bien subir a lo alto para desde allí arriba contemplar las cosas desde la distancia y con otra perspectiva.

Los cristianos celebramos hoy la fiesta de la Ascensión. El sentido de la celebración de esta fiesta es llevarnos a una altura para ver las cosas de otra manera. Jesús quiere conducir nuestra mirada a ese lugar desde donde podemos ver las cosas con otra perspectiva. Desde allí arriba puede ser que percibamos que esas aspiraciones que tenemos y en las que invertimos tanto tiempo y energía no merecen la pena. Puede ser que caigamos en la cuenta que a veces descuidamos lo que realmente importa en la vida: nuestras relaciones con otros. O quizás se nos abran los ojos para darnos cuenta dónde está de verdad la fuente de la felicidad.

El cielo del que Jesús habla no es una torre. Tampoco es un lugar que se encuentre allí arriba. Es una dimensión de nuestra vida. Jesús quiere introducirnos hoy en esa dimensión de nuestra vida desde donde podemos ver y juzgar el sentido profundo de lo que hacemos y vivimos. Todos podemos utilizar la oportunidad de ver nuestra vida cotidiana con otros ojos, de tomar distancia de nuestros problemas. Utilicemos la oportunidad. Dejémonos llevar por Cristo hacia esa dimensión desde donde podemos ver todo con más claridad.