Homilía 29 domingo Tiempo Ordinario. Ciclo B. Mc 10, 46-52. 28 de octubre de 2012

Gritar en Dios



Uno de los cuadros más conocidos de la pintura contemporánea es “el grito” del pintor noruego Edvard Munch, uno de los grandes maestros del expresionismo. En la pintura puede verse un paisaje gris presidido por un cielo rojo. En medio un río que cruza bajo un puente. Sobre el puente los rasgos de un ser humano desfigurado (no se distingue si es un hombre o una mujer). Tiene la boca abierta y sobre sus mejillas sus manos están puestas en posición de amplificar el sonido que emite. Sin duda está gritando.Los rasgos desfigurados y los colores nos dicen que es un grito de dolor y sufrimiento. Y también transmite la impresión de ser un grito de desesperación; que cae en el vacío.

Hay gritos que parecen caer en el vacío. Que da la impresión que nadie los recibe y escucha. Son gritos de desesperación; de personas que parece que están al borde de sus fuerzas. Así parece ocurrir con el protagonista del evangelio de este domingo. Se trata del ciego Bartimeo. Vivía al borde del camino pidiendo limosna. Encontrarse al borde del camino quiere decir estar fuera del desarrollo y del progreso; estar fuera del lugar donde transitan el resto de las personas. El ciego Bartimeo parecía vivir resignado a su situación.

De repente oye pasar a Jesús y grita. Grita con todas sus fuerzas porque su grito es sostenido por una esperanza que nadie puede romper. Y lo hace de tal manera que se gana el reproche de los que acompañaban a Jesús. Le mandan callar. Pero él ciego grita más fuerte y su grito no cae en el vacío.

Como ocurre con otros personajes bíblicos, su grito penetra en el misterio del amor de Dios. Y Dios responde al grito del ser humano. Jesús pide a los que le acompañan que llamen al ciego que grita. El que llama es llamado y en esa llamada encuentra la respuesta a su demanda. Una respuesta que en la llamada de Jesús es ánimo, fuerza para levantarse. Por eso el ciego se desprende del manto y se dirige a Jesús. Con el maestro comienza una nueva vida. Atrás queda el manto de la desesperanza, la resignación, la duda. Con Jesús comienza una nueva vida, una vida en la que recobra la visión.

Todos hemos pasado por una situación parecida a la del ciego Bartimeo. Ha habido ocasiones en nuestra vida en la que hemos gritado, aunque el grito fuera silencioso. Y en la que hemos estado cerca de la desesperación y la resignación. Y quizás como el ciego Bartimeo nos atrevimos a gritar en Dios, en el misterio de su amor….Para recibir como respuesta la llamada de Dios… Una llamada en la que dice que cuenta con nosotros, que cuenta con nuestra vida y nuestra persona. Y esa llamada nos da ánimos, nos levanta y nos abre la puerta de una nueva vida.

Podemos gritar desesperados y desconsolados; dejándonos dominar por la rabia…o podemos tener el valor de gritar en Dios. No nos resolverá mágicamente nuestros problemas pero responderá a nuestro grito con una llamada que nos pondrá en pie, nos abrirá el camino a una nueva vida, nos llenará de luz.

Si os oprime alguna angustia y dolor, os lo digo por experiencia, probad a gritar en Dios.