Homilía 29 domingo tiempo ordinario. Ciclo C. 20 de octubre de 2013. Lc 18, 1-8

El juez que trae la salvación

Se equivoca quien piensa que la fe en Dios es un seguro que garantiza una vida sin dificultades y sufrimiento. Se está en un error si se piensa que Dios nos libra de tener que correr los riesgos que trae la vida. Dios cuida de nosotros y nos ayuda. Pero no suplanta nuestra libertad ni elimina los problemas que conlleva tener que decidir para construir nuestra vida y nuestra persona.

En el evangelio de este domingo Jesús nos habla de un juez, que ante la insistencia de una mujer, acaba haciendo justicia. El juez es la imagen a la que Jesús recurre para presentar el modo que tiene Dios de relacionarse con nosotros. Los jueces no impiden que en la sociedad haya problemas y dificultades. Pero corrigen desigualdades y restauran el orden correcto de las cosas. En la Biblia repetidamente se presenta a Dios como juez. En la historia de Israel hubo un momento en el que los jueces eran personajes que hacían algo más que dictar sentencias. Eran los que conducían al pueblo en la dirección correcta. Y eran los que, enviados por Dios, procuraban la liberación cuando Israel, por su infidelidad, había caído en la opresión de otros pueblos. Los jueces son en la Biblia los portadores de la salvación y de la liberación que viene de Dios.

Jesús, al presentarnos a Dios como un juez, pretende recordarnos que Él es el que orienta nuestra vida. No puede evitar que corramos peligros, pues es el precio de la libertad. Pero es el que viene a levantarnos cuando estamos caídos. Y es el que nos ilumina y nos da fuerzas para que salgamos airosos.

Jesús nos dice que Dios nos ayuda siempre, y por tanto en Israel acontecerá de nuevo la salvación. Pero para que esto pueda suceder en toda su extensión es preciso que el ser humano lo espere y lo acoja. Y esa es la segunda parte del mensaje que Jesús quiere transmitir. La mujer que insiste al juez para que restablezca justicia, es la imagen del verdadero Israel que confía, se abre a la ayuda de Dios y se deja orientar por su palabra. Y eso es lo que Jesús propone para su Iglesia.