Homilía. 3 Domingo del tiempo ordinario. Ciclo C 24 de enero de 2009


TRANSFORMADOS PARA TRANSFORMAR

 Un hombre que viajó a la India contaba sus conversaciones con diferentes brahamanes. A todos ellos les dirigía siempre la misma pregunta: "¿Cómo es de largo el camino que conduce a Dios?" Los brahamanes respondían: "El camino hacia Dios es infinitamente lejos. Tan lejos que ningún ser humano puede superar la distancia que nos separa. Son necesarias varias vidas para recorrerlo."

Los cristianos tenemos en Jesucristo el camino hacia Dios que supera todas las distancicas. Jesús buscó la cercanía con los que más alejados de Dios se encontraban: los pecadores. Y con los rechazados de la sociedad. Por eso Jesús proclama solemnemente en la sinagoga que su misión consiste en llevar la cercanía de Dios a todos los necesitados. Y esa proclamación es el centro de su mensaje. Jesús viene a traer la libertad a los cautivos, la vista a los ciegos, la salud a los enfermos.


Puede ser que contemplando la situación de nuestro mundo nos parezca que la cercanía de Dios no se nota demaisado. Que todavía hay mucha violencia, mucha marginación y mucho dolor. Y es verdad. Pero es que el programa de Jesús no es un programa de acción social inmediata. La proclamación de Jesús en la sinagoga es el anuncio del amor y la misericordia de Dios hacia nosotros. Quien acoge ese amor y esa misericordia percibe la existencia y el mundo con ojos nuevos. Y aunque a nuestro alrededor haya violencia y dolor, nosotros experimentaremos la paz. Y desde ese estado podremos transformar algo lo que nos rodea. Si la misericordia de Dios cura nuestra ceguera, entonces podremos ayudar a otros a ver. Si la fuerza de Dios no pone en pie, entonces podremos ayudar a caminar a los caidos.

El poeta Bertol Brecht decía que el ser humano tiene que ser cambiado antes que el pueda cambiar el mundo. Eso es lo que viene a inaugurar Jesús. Nuestro cambio para que nosotros podamos cambiar lo que nos rodea.