HOMILÍA 15 DOMINGO TIEMPO ORDINARIO. CICLO C. 14 DE JULIO DE 2019


LA CERCANÍA AL PRÓJIMO



Las personas que en un momento de su vida han pasado por un momento difícil experimentan con frecuencia como los que le rodean no perciben su situación. Una escritora, que pasó por una de estas situaciones, escribió: “No se suele percibir la mirada suplicante, la miseria de cuerpo o alma. Estamos muy alejados de nuestros prójimos. Si estuviéramos cercanos dejaríamos, sin pensarlo lo más mínimo, nuestras ocupaciones actuales e iríamos junto a ellos.”

Quizás lo que más nos separa de los demás no es el egoísmo. Es la indiferencia.

El egoísta tiene ojos solamente para sí y su provecho. Percibe a los demás en la medida en que le son de utilidad para su ventaja personal. Y con frecuencia los manipula y los hiere. El indiferente no hace daño a los demás. Piensa solamente en su trabajo y sus asuntos y por eso no percibe a los que le rodean. Está tan centrado en sus tareas que pierde a sus semejantes y le resultan invisibles.
En la parábola del buen samaritano Jesús nos advierte sobre la indiferencia hacia los demás y nos llama a superarla. Todos aquellos que en el relato pasan de largo sobre la persona herida en el suelo se comportan como la mayoría de las personas. No son capaces de romper la indiferencia, de salir de la red de las costumbres cotidianas. Como personas de costumbres fijas no tienen ojos para lo extraordinario. No tienen oídos para la llamada concreta.
No le ocurre así al buen samaritano. Se deja afectar por la situación de la persona caída y le socorre. ¿Qué es lo que lleva al samaritano a obrar de esa manera? En primer lugar la sensibilidad y la atención del corazón. Vive atento a lo que le rodea y sabe responder a la responsabilidad del momento aunque ello suponga desatender la costumbre. En segundo lugar no tiene miedo en verse envuelto en la situación del otro. A veces lo que más paraliza la ayuda que podamos  prestar al otro es el miedo de vernos envueltos en una situación desconocida. Finalmente podemos suponer que el samaritano estaba acostumbrado a ayudar a los demás. Había hecho de la ayuda al otro su costumbre.
Escuchamos una vez más la historia de misericordia más conocida. En ella Jesús transforma la pregunta del escriba “¿Quién es mi prójimo?” por la de ¿Quién se ha comportado como prójimo? Lo decisivo en la vida no es quién sea mi prójimo sino de quién soy yo prójimo, de quién me siento cercano y actúo en consecuencia.