Homilía 26 domingo tiempo ordinario. Ciclo C. 29 septiembre 2013. Lc 16, 19-31




RICOS Y POBRES

Si contamos la historia del evangelio de este domingo a un grupo de niños seguro que nos dicen que no les gusta el final. También a nosotros seguro que nos parece duro este pasaje del evangelio del pobre Lázaro y el hombre rico. En una ocasión dialogaba con un grupo de niños sobre este evangelio? Muchos de ellos tendían a disculpar al hombre rico. Alguno decía que a lo mejor no había notado su presencia junto a la puerta. También decían que tan malo no podía ser cuando tras la muerte y sufriendo tormentos pensaba en los suyos. Y además solamente pedía como alivió un vaso de agua para mojar sus labios. Finalmente todos decían que la historia tenía que haber acabado de otra manera. Que Dios tenía que haberse mostrado misericordioso y tendría que haber aceptado su arrepentimiento y perdonarle, como hace en otras historias de la Biblia. Como casi siempre además hacia Jesús.

Es verdad, Jesús habla del Dios de la misericordiosa y perdona a los pecadores. Per también tiene palabras muy duras contra la riqueza y los ricos. Parece que la riqueza resulta algo altamente peligroso para Jesús. Ciertamente es presentada por él como el mayor obstáculo a la llegada de Reino de Dios , que lo es de amor, misericordia, de paz, de compasión.

Y tenemos que reconocer que las palabras de Jesús son de enorme actualidad. Nuestro mundo se divide entre quienes como el rico del evangelio vivimos bien, y quienes les ha correspondido el papel de Lázaro, es decir de sentarse a la puerta de la casa de los ricos. Y esta división es lo que impide la llegada de una humanidad unida y está en el origen de muchas violencias.

No es fácil dejarse confrontar con esta historia y este texto del evangelio. Y es más difícil todavía cuando a todos nosotros nos resulta inaceptable la división de nuestro mundo entre ricos y pobres. Y todos estaríamos dispuestos a dar un paso, a dar nuestra contribución para que las cosas fueran de otra manera, pero nos sentimos pequeños e impotentes. ¿Qué podemos hacer nosotros, pequeños ciudadanos?

En primer lugar darnos cuenta que la riqueza es una actitud de vida, una manera de ser. Rico es el autosuficiente que no necesita de los demás. Por eso no tiene ojos para los demás, para los necesitados, y sí la tiene es de desprecio. El primer paso para un mundo más justo se encuentra en nuestra actitud y en nuestra mirada. Una mirada que reconozca la dignidad de todo ser humano; que le reconozca como un interlocutor en igualdad de condiciones.

También es importante no poner el dinero y la riqueza como el primer objetivo de nuestra vida sino los valores que realmente nos hacen humanos: la relación humana, la convivencia... Esto significa hacer de nuestro espació vital un lugar de acogida para todos los que nos encontramos. En segundo lugar compartir algo de lo que tenemos con los que más lo necesitan. En tercer lugar trabajar para tener lo necesario para nuestra vida y no para acumular dinero.