Homilía, Solemnidad de la Asunción de María. 15 de Agosto 2010

¿Qué tendrá María?
Me lo he preguntado muchas veces, ¿Qué tendrá la Virgen María? 

Me lo pregunto cuando veo los santuarios llenos de gente de toda edad y modo de vida; cuando observo tantos automóviles que llevan el rosario colgado del espejo retrovisor; cuando recuerdo aquel grupo de hombres, fornidos como árboles, que en el mes de mayo acudían a ofrecer un ramo a la Virgen tras la eucaristía del domingo; cuando veo jovenes que apenas práctican su fe acudiendo a romerías y procesiones para llevar en hombros su patrona; cuando se de las muchas personas que confían sus tristeza y dolor a María.

El secreto de la Virgen María es muy simple. En ella, en su seno, el cielo se unió con la tierra. María puso su vida para ser espacio de encuentro entre lo divino y lo humano. Por eso en su vida, Dios irrumpió a borbotones. Y su humanidad quedo llena de Dios.

La fiesta que hoy celebramos, la Asunción de María al cielo, es la consecuencia de la redención que Dios inició en Cristo. Allí Dios desciende a nuestro nivel para elevarnos junto a él. En la Asunción María representa el término de nuestra vida, que es vivir junto a Dios. María es la primera en llegar allí donde todos llegaremos un día.

La fiesta de la Ascensión de María tiene alguna consecuencia para nuestra vida diaria. En esta fiesta recordamos que nada de lo bueno de nuestra vida se pierde sino que permanece en Dios. Por eso debemos trabajar por lo que realmente importa; por lo que permanecerá de nosotros.

En segundo lugar,  porque en María Dios irrumpió en nuestra tierra, el cielo sigue podiéndose abrir en nuestra tierra. La Iglesia y los cristianos estamos llamados a esto. Misión de la Iglesia y de todo cristiano es contribuir a que el cielo irrumpa en nuestra cotidianidad, aunque sea de manera parcial y a modo de un resplandor. Y eso siempre sucede cuando entre los seres humanos hay amor y paz.