9º Domingo Tiempo Ordinario. Ciclo A. Mt. 7, 21-27. 6 de Marzo de 2011

Homilía 9º domingo del tiempo ordinario
Ciclo A. 6 de Marzo 2011

Casa sobre roca


En un jardín convivían una mata de yedra con un roble. La mata de yedra crecía graciosa sobre el muro del jardín. El roble, ya de muchos años, extendía sus raíces en lo profundo de la tierra. Cuando conversaban, la yedra presumía de elevarse por encima del jardín y miraba al roble con cierta lástima. "Te veo cansado, le decía al viejo roble, tu nunca podrás ascender como yo. Y dejarte ver y ver todo desde la altura."

Un buen día una tormenta azotó la comarca como nunca lo había hecho. El viento sacudía todo lo que encontraba y lo volteaba. A la mañana siguiente cuando el viento se había calmado, sobre el jardín yacía la mata de yedra. Había sido arrancada por el viento y depositada a la entrada de la casa. El roble se mantenía erguido. Solamente había sufrido el desprendimiento de algunas de sus ramas.

En la vida a veces hay que elegir entre crecer hacia dentro o extenderse por el exterior. Vivir muchas cosas deprisa, o vivir menos pero vivir más intensamente.

En el evangelio de este domingo Jesús nos dice que para entrar en el Reino de los cielos lo importante no son las palabras. Son las obras. Y para realizar las obras que nos ayudan a avanzar en ese Reino tenemos que ser como una casa asentada sobre la roca. 

¿Qué nos quiere decir Jesús para nuestra vida?

A veces hablamos de golpes del destino. En ocasiones pueden ser favorables como cuando uno encuentra un empleo mejor, le toca la lotería, hereda una fortuna...Otras veces los golpes del destino no son tan positivos: una enfermedad, el desempleo... Los golpes del destino suelen golpear a las personas. Y a veces producen mucho daño. A veces nos sacuden por dentro.

La sabiduría de la vida nos dice que debiéramos aprender a superar los golpes del destino. A estar bien asentados e impedir que la suerte o la desdicha nos sacudan y nos lleven a su antojo. Que nos sepamos sobreponer a lo que nos ocurre con una vida interior fuerte. Asentando nuestro interior seremos nosotros los que conduciremos nuestra vida y no las circunstancias que nos rodean.

Por eso Jesús nos llama a ser como una casa asentada sobre la roca. A tener buenas raíces, a crecer para adentro. Todo ello nos conduce a pensar sobre lo que hace que la vida sea realmente humana y buena. No son los bienes, las posesiones, la vida acelerada, la que puede colmar nuestra sed. Son las relaciones armónicas, el disfrutar sencillamente de lo que nos rodea, el evangelio como sabiduría de vida....