Homilía 24 domingo tiempo ordinario. Ciclo B. Mc 8, 27-35


El camino que lleva a la cruz


Cuando a un persona contrae una enfermedad grave, los médicos y sobre todos sus familiares se piensan si hay que decirle la verdad u ocultársela. Hoy la tendencia mayoritaria es a decir la verdad pero hasta no hace mucho la mayoría se inclinaba por ocultársela. Es para que no sufra, para que no se desespere, se decía. En otras ocasiones, en caso de un joven que contraiga una enfermedad u otra desgracia, es a sus padres mayores a los que se les oculta la verdad, “para que no sufran”. Ante el fallecimiento de la abuela, hoy día con mucha frecuencia, los padres evitan que los hijos acudan al tanatorio o al funeral para que no aumente su disgusto y su pena de ver a la abuela fallecida.

Hoy día domina en parte la tendencia a ocultar la enfermedad, el fracaso, la muerte. Queremos evitar contemplar la dimensión desagradable de la vida. Y a la larga es un error. La enfermedad, el dolor y la muerte son parte de la existencia. Deberíamos estar preparados, y preparar a los jóvenes, a confrontarse con esa dimensión de la vida. De esa manera se puede evitar que cuando uno se confronte con la muerte de un ser querido no lo haga totalmente desprotegido, despreocupado y sin saber cómo integrarlo.

En el evangelio de este domingo se dice que Jesús “explicaba con toda claridad” a sus discípulos la  pasión que le aguardaba; los sufrimientos y padecimientos que veía sobrevenir. Jesús no afrontó ciego su pasión. Sabía lo que le esperaba, lo que se venía encima. Y sabía que ese camino provocaría la salvación de la humanidad. Jesús sabía mirar de frente la dimensión desagradable de la existencia.

Y hablaba de estas cosas con claridad para preparar a sus discípulos. A aquellos que pensaban que la misión mesiánica era una paseo triunfal. A aquellos que creían que ir con Jesús significaba subirse al carro de los triunfadores.

Pero los discípulos no parecen querer entender esto y por eso Jesús llama “Satanás a Pedro”. Jesús parece indicar que es diabólico prensar y presentar una fe sin cruz, un compromiso cristiano sin sufrimiento. El camino de Jesús es el camino que conduce a la cruz, porque el sufrimiento es la consecuencia del amor.

Jesús no presenta la cruz porque el sufrimiento en sí tenga valor. Lo que tiene valor es el amor y amar de verdad conlleva siempre entregarse, darse a sí mismo. Y la entrega y la donación conlleva esfuerzo, dolor y sufrimiento. Jesús nos lo dice con claridad. Su camino es el camino del amor. Un amor que es algo más que un sentimiento bello. Un amor que ese entrega y donación.