Homilía 5 domingo Tiempo Ordinario A. Mt 5,13-16

La relación con el mundo

Un cristiano corre el peligro de simpatizar tanto con su mundo circundante que acabe de identificarse del todo con esa realidad. Hoy día podemos querer simpatizar tanto con nuestro entorno que acabemos aceptando acríticamente las tonterías de la sociedad de consumo, que no tengamos ojos para la injusticia y la mentira de nuestro mundo. Podemos ser cristianos de misa dominical a los que el evangelio no modifica el modo de pensar, de actuar, de relacionarnos con los demás. Cristianos que piensan y actúan igual que todos los demás no son ni sal ni luz, como pide Jesús en el evangelio de este domingo

Pero también puede darse el peligro contrario. Situarse tan críticamente y tan distante con el mundo circundante que acabe mirando a los demás con superioridad; o con una condescendencia que nace del afán de superioridad. Podemos estar empeñados de tal manera en que los demás cambien que los bombardeamos y perseguimos sin reconocer su libertad, y el tiempo que necesitan para descubrir a Dios y al evangelio. En definitiva podemos convertirnos en fanáticos de nuestra verdad que miran a los demás con dureza y desprecio. Estos fanáticos tampoco son sal ni luz. Como mucho se convierten en aguafiestas.

¿Cómo se pueden evitar ambos extremos? Muy fácil. Recordando que las palabras del evangelio sobre todo se dirigen a mí. Y que no me puedo empeñar en que los demás cambien sin cambiar yo primero. Ser sal de la tierra no es ser un aguafiestas. Es saber acompañar la vida de los demás con orientaciones, inspiraciones y consejos. Nunca con órdenes o afán de superioridad.

La sal da a las comidas un gusto que las convierte en apetecibles. Hoy día nos encontramos con personas que han perdido el gusto por la vida, por las relaciones, por los encuentros. Personas que no se encuentran satisfechas con el trabajo y las labores que realizan. La razón del descontento y del malestar es que muchos de ellos ha perdido la capacidad de condimentar su vida.

La pregunta que tenemos que hacernos es ¿Para quién vivimos? Quien viva sólo para sí mismo va a perder pronto el sabor de la vida. Vivir para otros es lo que pone sabor y contento a la vida.

La luz es la que nos orienta en la vida. La que nos hace ver. Hoy día, al menos en la cultura occidental, estamos muy desorientados y perdidos. Las luces en la carretera nos ayudan a encontrar el camino. Así debemos ser los cristianos. Luces que muestren el camino de la vida.

EGIPTO, VOCES DE CAMIBIO

ENSEÑANZAS DEL PRESENTE

Primero Tunez, ahora Egipto, después ya veremos...El norte de África ha estallado en una demanda de democracia y de mejoras sociales. Occidente había apoyado y sostenido a gobiernos dictatoriales y laicos, que parecían actuar de cortafuegos de otros gobiernos islámicos. Esos gobiernos cumplieron su papel, pero llenos de corrupción y ansías de poder no han procurado mejorar las condiciones de vida de sus sociedades. Éstas, cansadas, han estallado en una gran revuelta, cuyas consecuencias veremos hasta donde llegan.

De todo esto Occidente debería sacar algunas consecuencias para su política internacional, y también nacional. La política más eficaz, la que logra más estabilidad y paz, es la que procura mejorar el bienestar y la calidad de vida de sus ciudadanos. Ese debería ser el objetivo de toda política. También es lo que Occidente debiera exigir a otros países aliados en la política internacional. Pensar que todo está arreglado con aliados dictatoriales y corruptos, que colaboran con los intereses de Occidente, pero que no tienen ojos para la pobreza y miseria de sus poblaciones, es una política de cortas miras, que a medio plazo cosechará conflictos y radicalismos de todo tipo.

En algunos países, las poblaciones ven en el islamismo, la honestidad y la preocupación por sus intereses, que Occidente y sus aliados no ha mostrado. A la larga el obrar éticamente, la aspiración a la justicia y al desarrollo de los pueblos, no es sólo moralmente lo mejor, es también lo más eficaz y lo más inteligente.

Es una lección que Occidente debería aprender. A partir de ahora exigamos a los aliados, y a todo gobierno, políticas de respeto a los derechos humanos y de desarrollo de sus poblaciones. Es lo más moral y lo más eficaz.