Homilía Bautismo del Señor. 8 de Enero de 2012

Dios es el origen de Jesús


Cuentan que cuando Napoleón estaba confinado en la isla de Elba solía conversar con las personas cultas del lugar sobre distintos temas y preocupaciones. Era la época de la ilustración en donde se pretendía encontrar el fundamento racional de todo lo que envuelve la vida humana. En una ocasión discutían sobre la divinidad de Jesús. Algunos de los participantes argumentaban en favor de la condición divina de Jesús. Otros, al contrario, decían que era un mito con el que se expresaba que Jesús, como mucho era una personalidad humana excepcional. Después de un tiempo de debate tomó la palabra Napoleón y con toda solemnidad sentenció: “Yo conozco muy bien a la humanidad y les aseguro que Jesús es más que humano”.

La intervención de Napoleón respaldó a quienes defendían la condición divina de Jesús. Lo hacía desde su experiencia que trasluce desconfianza en la condición humana. Y esa desconfianza es precisamente algo opuesto a lo que Dios nos quiere transmitir con la encarnación. El hacerse hombre de Dios es expresión de su confianza en las posibilidades de la humanidad. El reconocimiento de la divinidad de Jesús no puede conllevar el escepticismo ante todo lo humano. Al contrario, nos abre la esperanza sobre las posibilidades del ser humano cuando sobre la vida humana sopla el espíritu de Dios.

En la escena del bautismo de Jesús, tal y como lo recogen los evangelios, se proclama el origen divino de Jesús. Hay algo en la vida de Jesús que apunta a un origen distinto a nuestra historia; diferente a nuestras capacidades y posibilidades. Cuando nos encontramos en profundidad con Jesús se nos apunta a ese origen. Y esa mirada no nos aleja del mundo y sus problemas. Al contrario. El Dios del que procede Jesús y el que con su voz nos pide que le reconozcamos como su enviado, ese Dios, es también el que cada días nos dice: “Haced como yo: sed humanos”.

Homilía fiesta de la Epifanía. 6 de Enero de 2012

BUSCADORES DE LA VERDAD


Si queremos fotografiar la fachada de esta iglesia tendremos que retroceder bastantes metros y ponernos a distancia. Si la fotografiamos de cerca solamente veremos una parte pequeña. Solo desde la distancia captamos el todo.

Lo mismo ocurre con los acontecimientos históricos. Solo una mirada desde la distancia y la lejanía permite captar todo su sentido. Acontecimientos que han cambiado el mundo a veces han pasado desapercibidos para los que estaban cerca.

En la fiesta que hoy celebramos recordamos que no fue la mirada de los israelitas contemporáneos de Jesús los que expusieron todo el significado de la navidad, del Dios con nosotros. Fue la mirada de unos extraños venidos de lejos. Fueron unos personajes exóticos y extraños los que proclamaron que el mensaje de la navidad es para todos los pueblos.

¿Quiénes eran estos reyes de oriente? La tradición los ha descrito como magos, como astrólogos que contemplaban las estrellas del cielo, que indagaban el universo. Eran los científicos de su tiempo. Personas que se preguntaban por el fundamento de las cosas. Personas que querían saber por qué las cosas son de una determinada manera. Eran gente que se preguntaba por el sentido profundo de las cosas y se encontraban en el camino de la búsqueda de la verdad. No sabemos cuál era su cultura, su tradición, su religión de origen. Sabemos que eran personas que buscaban la verdad

La tradición ha querido ver en estos reyes los representantes de los tres grandes continentes, Europa, África y Asia. Es una manera de decir que representan a toda la humanidad. Los regalos que traían mirra, incienso y oro significan la humanidad, la divinidad y la realeza. Es una manera de decir que el niño de Belén es hombre, Dios y rey.

Quién de verdad se interroga por las cosas, quién busca la verdad tiene que ser valiente. Tiene que atreverse a creer lo increíble, tiene que atreverse a ponerse en camino y buscar. Los tres reyes eran personas de camino. Un camino difícil. Hoy nosotros nos preguntamos por el camino correcto. Por el camino que lleva a la humanidad verdadera, a la felicidad. En esta altura de la historia hemos construido enormes carreteras y caminos, líneas de ferrocarril, vías aéreas que acercan personas y culturas. Vías que transportan el dinero. Pero todavía quedan caminos por construir. Todavía queda por construir un camino que vaya del norte al sur, de la riqueza de los países industrializados a los países menos desarrollados; queda por construir el camino que nos lleve a aquellos con los que tenemos dificultad en las relaciones, a aquellos que no hemos perdonado del todo; queda por construir el camino que tenemos que recorrer cada día para llegar a las personas que viven junto a nosotros y queremos.

Construyamos caminos que no terminen en la calle del negocio, sino que conduzcan a la solidaridad y a la amistad. Un camino que vaya más lejos que nuestro mundo. Un poeta decía que el mundo es una talla pequeña para poder satisfacer el anhelo infinito del ser humano. Construyamos el camino del Señor. Un camino que nos lleva más lejos de nosotros mismos y nos une a todas las gentes, pueblos y culturas.

Los magos, después de un camino largo y difícil, encontraron Belén, la casa de la paz, de la alegría y la unidad entre todos los pueblos, porque se dejaron guiar por la estrella de Dios. Todos en la vida necesitamos orientación en nuestra vida, un rumbo que nos ayude a poner dirección a nuestra existencia. En nuestras sociedades algunos imitan a actores, deportistas, cantantes, personas famosas. Otros consultan astrólogos y visionarios. El mensaje del día de hoy nos dice que no debemos dejarnos conducir por ilusiones, por estrellas que nos apartan de nosotros mismos. La luz que nos puede guiar es el niño de Belén.