Homilía 19 domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo C. Domingo 11 de agosto de 2013. Lc 11, 1-2.8-19

 Permaneced vigilantes


En el evangelio de hoy Jesús nos llama a permanecer vigilantes. El trasfondo de esta llamada era la vigilancia de la casa y de los patios tal y como se realizaba en aquella época. En aquel entonces quien se ausentaba de su casa necesitaba personas de confianza que vigilaran las posesiones y lo bienes.
Del relato de algunos soldados de la época sabemos que la vigilancia consistía en permanecer presente y atento; no dormirse, no dejarse apartar del lugar. Se trataba de permanecer concentrado en las posesiones del señor que les había contratado.
Permanecer vigilantes es también en la vida cotidiana un gran reto. Pensemos simplemente cuando conducimos un coche. O pensemos en muchas tareas de los trabajos que tenemos que realizar.
En la parábola que Jesús nos presenta se trata de un encuentro de los criados despiertos con el Señor. Éste les sirve en la mesa para celebrar el reencuentro. Jesús nos presenta una imagen del reencuentro. Y puede ser leído como una indicación del valor de permanecer vigilantes. Quien acoge el reto de tener una vida despierta será recompensado. Lo será con una nueva manera de afrontar la vida, con una nueva sensibilidad, con un nuevo modo de relacionarse con los otros.
Permanecer despiertos es un gran reto también para los creyentes. Todos tenemos el riesgo de convertir nuestra fe y las celebraciones litúrgicas en una rutina. Por eso tenemos que tomar muy en serio el sentido de la celebración cristiana. No es otro que el encuentro con Cristo y con Dios.
No es ninguna casualidad que la eucaristía dominical surgiera en su origen de una vigilia nocturna. Los primeros cristianos pasaban la noche del sábado al domingo vigilando, rezando, cantando, leyendo las Escrituras…De este modo esperaban encontrarse con el Señor.
La fe nos apremia a permanecer vigilantes. A estar atentos y concentrados en lo que hacemos. Aunque a veces nos pueda parecer monótono y aburrido es la puerta por la cual Dios llega a nuestra vida.