Homilía 10 domingo. Tiempo Ordinario. Ciclo C. 9 de Junio de 2013.



MIRADA COMPASIVA

La madre Teresa de Calcuta comentaba lo que le sucedió en una ocasión. Repartan arroz en una de sus casas entre las familias más pobres de la ciudad. Una mujer llevó parte de sí ración a otra vecina más pobre. La madre Teresa decía: No me asombró que llevara parte de lo que había recibido a su vecina. Yo se que los pobres son solidarios.  Lo que me asombró fue que supiera, que se diera cuenta que su vecina tenía necesidad.

Es cierto. Cuando percibimos el dolor y el sufrimiento ajeno casi todos reaccionamos solidariamente. El problema es que no siempre lo percibimos. A veces vamos tan deprisa o tan pensando en nosotros mismos que no vemos el dolor de quien está cerca de nosotros. En nuestros días la reacción más común es la indiferencia. Lo que es lo mismo pensar que el sufrimiento de otros forma parte de la normalidad de la vida. O simplemente pensar que eso no tiene que ver con uno.

En el evangelio de este domingo Jesús resucita a un joven. Es el hijo de una viuda con cuyo cortejo fúnebre se cruza. Jesús se conmueve con el dolor de esta mujer y actúa. Es sorprendente la resurrección del joven. Pero también lo es que Jesús se conmueva ante el dolor de la mujer. Sabe que para una viuda la muerte de su hijo significa la pérdida de todo apoyo, significa soledad. Jesús ve lasa causas de dolor de su mujer y actúa. Y lo hace con toda su fuerza mesiánica. Libra al joven de la muerte porque en el Reino d Dios la muerte será vencida y se secarán las lágrimas de los que lloran.

La conducta de Jesús nos interpela a todos nosotros. Interpela a la comunidad cristiana, a la Iglesia. Nosotros no podemos resucitar muertos como el Señor pero sí podemos secar lágrimas. Sí podemos resucitar esperanzas enterradas: la de la reconciliación y el perdón, la que tienen muchas personas de sentirse acogidos y reconocidos, la de cambiar algo de este mundo injusto.