Homilía I domingo de Pascua. Ciclo A. Jn 20, 1-9. 24 de abril de 2011

En una entrada anterior tenéis la homilía para la Vigilia Pascual


A todos los que leéis este blog os deseo Feliz Pascua de resurrección y que vuestra vida se llene de alegría e ilusión.


I DOMINGO DE PASCUA
El amor que hace correr
EVANGELIO (Juan 20, 1-9)
El primer día después del sábado, muy temprano, antes de salir el sol. María Magdalena se presentó en el sepulcro. Cuando vio que había sido rodada la piedra que tapaba la entrada, se volvió corriendo a la ciudad para contárselo a Simón Pedro y al otro discípulo a quien Jesús tanto quería. Les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde lo han puesto”. Pedro y el otro discípulo se fueron rápidamente al sepulcro. Salieron corriendo los dos juntos, pero el otro discípulo adelantó a Pedro y llegó antes que él. Al asomarse al interior vio que las vendas de lino estaban allí; pero no entró. Siguiéndole los pasos llegó Simón Pedro que entró en el sepulcro, y comprobó que las vendas de lino estaban allí. Estaba también el paño que habían colocado sobre la cabeza de Jesús, pero no estaba con las vendas, sino doblado y colocado aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había legado el primero al sepulcro. Vio y creyó. Y es que hasta entonces, los discípulos no habían entendido la Escritura, según la cual Jesús tenía que resucitar de entre los muertos


Conozco un matrimonio compuesto por un hombre, al que no le gusta nada viajar, y por una mujer que es una viajera incorregible. Han sabido encontrar la forma de respetar sus gustos. La mujer realiza un par de viajes al año con algunas amigas. A la vuelta a casa, cuenta a su esposo con todo detalle lo que ha visitado y recorrido en el viaje. El hombre suele decir que conoce muchas partes de nuestro mundo a 
través de los ojos de su esposa.

A los cristianos con la resurrección de Jesús nos pasa algo similar. No hemos visto directamente a Jesús resucitado. Pero podemos percibir en los ojos de sus discípulos los que significa la resurrección.

En el evangelio de este domingo se nos presenta una situación curiosa. Dos discípulos, Pedro y Juan, salen corriendo al sepulcro de Jesús tras la noticia que les da María Magdalena que lo ha encontrado vacío. En vez de ir juntos, uno de ellos, Juan, corre más que el otro. Llega al sepulcro el primero y, sin embargo, no entra. Espera a Pedro a quine deja entrar primero. Pero Pedro no se percata de lo que allí ha ocurrido hasta que Juan, entra y entiende lo sucedido.

Para comprender esta escena curiosa tenemos que situarnos en las comunidades cristianas a finales del siglo I. Los grupos iniciales de seguidores de Jesús habían crecido en número y surgen las primeras formas organizativas. Algunas personas comienzan a detentar la autoridad en la comunidad, los Apóstoles, y se introducen ministerios y funciones. Una excepción era la comunidad de Juan, en la que se escribe este evangelio. En esta comunidad más que de la autoridad de los Apóstoles se hablaba de la importancia del discipulado. Todos los bautizados son discípulos. Y el discipulado no se sustenta en la autoridad sino en el amor a Jesucristo.

En la vida de la iglesia es importante la organización y el servicio de la autoridad, que en este evangelio está representado por la figura de Pedro. Pero más decisivo que la organización es el amor, que está representado en la figura de Juan “el discípulo amado”. El amor es el que hace correr a Juan más deprisa hacia el sepulcro. Y el amor es el que le ilumina para que entienda que las vendas por el suelo son un signo de la resurrección.

La iglesia del resucitado no surge donde la organización se impone sobre la vida y el amor. Pero tampoco surge donde se desprecia y olvida la necesidad de formas organizativas. La iglesia del resucitado surge allí donde el amor y la vida inspiran y animan la organización.