Homilía XXIV Domingo Tiempo Ordinario. Ciclo C

Dios, el buscador de lo perdido
La hija del escritor ruso Dostojewski cuenta que cuando su padre yacía enfermo y presentía el final de su vida pidió a su esposa que le leyera el capítulo 15 del evangelio de Lucas. Tras escucharlo se dirigió a sus hijos y les dijo: "Nunca olvidéis estas palabras. Confiad siempre en Dios y en su perdón. Yo os quiero mucho pero mi amor no es nada comparado con el amor infinito de Dios. Nunca dejéis de confiar en él cuando caigáis en la desdicha, hagáis algo malo u os perdáis".

Parte del capítulo 15 de Lucas es el evangelio que escucharemos en la celebración de este domingo. Ahí se recogen tres parábolas de Jesús: la de la oveja perdida, la dracma perdida y la del hijo pródigo.

La palabra "pérdido" tiene en nuestro lenguaje un doble sentido. Por una parte se refiera a un objeto que no encontramos ya en el lugar que esperamos. Por otra, se refiere a quien no encuentra orientación en su existencia y a quien se encuentra en una situación desesperada.
En estas tres parábolas se presenta a Dios de la misma manera. Él es el "buscador", el que viene al encuentro cuando estamos desorientados, cuando ya no tenemos fuerzas ni sentido para la esperanza. Ye ese gran buscador que es Dios viene para ofrecernos nuevas rutas para nuestra vida y nuestra historia; nuevas posibilidades para la fraternidad siempre pendiente.

Todos en ocasiones nos sentimos perdidos, o al menos confundidos y desorientados. O puede ser que pensemos que nuestro mundo no tiene remedio, que la humanidad no podrá encontrar caminos que superen la violencia, la injusticia, la inhumanidad...Quizás sea en esos momentos cuando tengamos que escuchar el consejo de Dostojewski y confiar en Dios y en su perdón. Ese perdón nos concede posibilidades nuevas para nuestra existencia y nuestra historia. Apoyados en ese perdón podemos intentar de nuevo permanecer en el camino del bien y del amor.



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