Homilía 27 domingo tiempo ordinario. Ciclo B. 7 de Octubre de 2012. Mc 10, 12-16

Para toda la vida


Para Jesús el sentido de los mandamientos y de la ley no se encuentra en establecer prohibiciones. Su sentido procede de que son un camino que nos ayuda a unirnos a Dios y nos muestra su voluntad sobre nuestra vida. Los mandatos en la Biblia no son formulados para crearnos mala conciencia, cargarnos de obligaciones o ponernos tareas complicadas en la vida. Son ayudas que nos procuran orientación para que nuestra vida se plenifique y no se malogre.
En el evangelio de este domingo escuchamos que según la voluntad de Dios la unión de un hombre y una mujer un vínculo que no se debe romper, “pues lo que Dios ha unido no lo debe romper el hombre”. La respuesta que Jesús da a los fariseos que le preguntan por la posibilidad del divorcio persigue dar una aclaración del sentido de la ley. Jesús huye de una respuesta fácil, del sí o el no, sin antes haber expuesto el sentido de ese precepto.
En una revista leía hace tiempo que en la relación de un hombre con una mujer la permanencia, la duración para siempre, es algo que no está previsto por la naturaleza. Algo contra natura. Bueno también lo es comer con cubiertos, taparnos algunas partes del cuerpo, una sinfonía, una obra de arte…Todo lo que tiene que ver con la cultura, con el cultivo y el desarrollo de lo humano, no es propiamente “natural”. Y sin embargo todas ellas nos parecen realidades positivas que nos ayudan a realizar nuestra humanidad.
La relación de amor de un hombre con una mujer, conlleva desde el punto de vista cristiano la fidelidad para toda la vida, porque el amor no es sólo un sentimiento. Es un compromiso que se realiza ayudando a otra persona a su realización. Y esta es una tarea que no se cumplimenta en un fin de semana, o en unos pocos años. Es una tarea que dura toda la vida. Igual que las grandes obras de la humanidad: una obra de arte, una investigación científica, una empresa, conllevan el compromiso de muchos años, la tarea de ayudar a la plenificación compromete toda la vida.
Afrontar ese compromiso no es una carga. Es un camino de dificultad ciertamente, pero también de realización y plenitud para quien lo recorre. El amor nos abre la intimidad de otra persona. Descubrimos que su realidad personal es un misterio a respetar y a acoger, a conocer y profundizar durante toda la vida. El que descubre la realidad personal de otra persona se compromete con ella y no quiere abandonarla. Quiere hacerla crecer.
La tarea no es fácil y requiere la ayuda de Dios. Por eso en el matrimonio se acude a Dios para pedir su bendición, su ayuda y su fortaleza sobre el compromiso de vivir para siempre junto a otra persona.