Homilía 18 domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo B. 5 de agosto de 2012


¿Llenos o satisfechos?



Por experiencia sabemos que en ocasiones podemos estar llenos y sin embargo no estamos satisfechos. Podemos desear mucho conseguir un artículo que parecería llenarnos de satisfacción. Y una vez conseguido no logramos esa satisfacción que pensábamos que íbamos a tener. También sucede lo contario, hay personas que padecen carencias y sin embargo parecen conservar la alegría y la paz. Parecen satisfechos

Quienes hemos viajado a algún país en vías de desarrollo hemos podido comprobar asombrados y emocionados, como aquellos que carecían de mucho de los que otros considerábamos fundamental, nos ofrecían lo poco que tenían a nosotros, sus huéspedes y también a sus vecinos. Y hemos pensado en tantas personas en nuestras sociedades de la abundancia, que poseyéndolo todo, están perfectamente insatisfechos volcando agresividad en los que les rodean, y acudiendo a las drogas o el alcohol para encontrar nuevas experiencias que alivien su insatisfacción crónica.

Por supuesto que esta constatación no se puede utilizar para justificar dejar a los pobres en su estado de pobreza, y no aspirar a un mundo más igualitario en el reparto de los bienes. Esta constatación nos muestra que no es lo mismo llenarse de bienes y de cosas que lograr la satisfacción y la plenitud humana.

Y esto es lo que nos recuerda el evangelio de este domingo. Los creyentes debemos tener claro lo que Jesús nos recuerda. Que la fe cristiana no significa que automáticamente e inmediatamente tengamos satisfechas nuestras necesidades materiales. La fe en Jesús no nos dispensa de trabajar y de buscar el sustento. Pero nos puede inspirar acciones que nos lleven a crear un mundo en el que nadie pase necesidad y encontremos una forma de repartir mejor los bienes.

El evangelio de este domingo nos lleva a preguntarnos ¿qué es lo que realmente nos alimenta en sentido pleno? ¿Qué puede satisfacer totalmente el corazón humano? No es solo la posesión de bienes materiales, aunque todos necesitemos tener cubiertas nuestras necesidades primarias para poder garantizar una vida humana: alimento, vestido, vivienda, salud, educación…Pero tantas otras necesidades que nos crean la sociedad de consumo y su publicidad no son necesarias. Y pueden conducirnos a una carrera por conseguir dinero y bienes de consumo sin lograr apagar la sed del corazón.

Si preguntamos ¿qué puede satisfacer el corazón humano?, podemos saber la respuesta. Lo podemos ver en la vida de los bebés. Una vez que han comido y bebido descansan en los brazos de su madre, o juegan solos, con otros niños o con sus padres. La satisfacción en la vida humana la da el amor, la comunicación, el encuentro y la relación cordial con otras personas.

Por eso para una vida plenamente humana y satisfecha necesitamos lo que Jesús dice: el pan del cielo, el pan de Dios. Un pan que pone paz en nuestro corazón inquieto, que pone generosidad en nuestro corazón, que nos ayuda a descubrir las cosas que importan en la vida. Que nunca dejemos de recibir este pan del cielo