2º Domingo de Pascua. Ciclo B. 15 de abril de 2012


Fe personal

La fe viene de la escucha decía San Pablo en la carta a los Romanos. La fe comienza en lo que otros nos indican y nos apuntan. Es despertada por el testimonio de otros. Pero para desarrollarla, madurarla y hacerla crecer no podemos quedarnos en las palabras de los otros. Tenemos que caminar por nosotros mismo, experimentar y vivenciar los contenidos de fe. Encontrarnos personalmente con Jesucristo.

Precisamente esto es lo que nos dice el evangelio de este domingo en el que recordamos al apóstol Tomás que para creer en la resurrección pidió poder meter el mismo sus dedos en las llagas de Jesús. Con mucha frecuencia se ha presentado a Tomás como alguien a quien le costaba creer, como un desobediente…Pero también podíamos decir que Tomás es el que quiere creer por sí mismo. Es aquel al que las palabras de los demás le ponen en movimiento hacia la fe, pero sabe que está pasa por el encuentro personal con Jesucristo.

Una de las preguntas que uno aprende hacerse durante la época de estudiante es la de ¿es eso verdad, ¿es correcto lo que me habían dicho? Y esa pregunta, que es la pregunta crítica no puede ser nunca expresión de desobediencia, desconfianza o rebeldía. Es la pregunta que ha hecho avanzar a la humanidad por la ciencia y el conocimiento. Es la interrogación que ha llevado a conocer mejor las cosas, a acercarnos a la verdad.

A la fe tampoco le hacen daño las preguntas y la interrogación. No es malo para la fe dudar e interrogarse. Casi siempre es el camino para llegar a una fe más profunda, más madura, más firme. Por eso no debemos tener miedo ni avergonzarnos de nuestras preguntas de fe. Casi siempre nos acercan a la verdad y nos ayudan a madurar en nuestra relación con Dios.

Tomás pide  meter sus dedos en las llagas de Cristo. La solicitud nos parece atrevida, casi insolente. Pero es también la petición de alguien que no solo quiere creer con la cabeza sino también con los sentidos. Y es que la fe no es cuestión solamente de cabeza, de ideas. Es también cuestión de percibir y sentir: a Dios y al mundo de manera nueva.

Tomás nos dice que la fe es cuestión de sentir, de tocar, de abrazar. Nos enseña que la fe es un acercamiento a Jesucristo en el que no tenemos que tener miedo del contacto personal. Que la fe no es guardar distancia con aquello que creemos sino implicarnos personalmente hasta el punto incluso de penetrar en las marcas del dolor de Cristo, para que sean ellas las que nos transformen, las que nos hagan nueva criatruras.