Homilía 5º domingo de cuaresma. Ciclo B. 25 de marzo de 2012

Entregar la propia vida

Si queremos saber como afrontó Jesús su propia muerte tenemos que escuchar y entender sus propias palabras. Como por ejemplo, las que pronuncia en el evangelio de hoy. Jesús, en un momento determinado de su misión, sintió que su vida estaba en peligro. Sus palabras le habían conducido a un conflicto con las autoridades de su tiempo y sabía que ese conflicto podía costarle la vida. Esta situación le coloca ante una encrucijada. Tiene que elegir entre la fidelidad a su misión, sabiendo que esa fidelidad le puede conducir a la muerte, o intentar conservar su vida, sabiendo que esto solamente será posible si se desdice de sus palabras. Ante esta alternativa Jesús se decide por la fidelidad a su misión y a Dios. Para él es más importante su misión que su propia vida. Desde esta elección Jesús afronta su condena y transforma el absurdo de la muerte en un acto de fidelidad a Dios y de amor a la humanidad.

De esta manera Jesús convierte en una posibilidad lo que parece una locura. Que en determinadas circunstancias hay cosas más importantes que el conservar la propia vida; que no hay por qué vivir pendientes solamente de lo que produce nuestro provecho y ventaja. Y que obedecer a Dios es más importante que obedecer a los hombres.

La vida y muerte de Jesús es expresión de que Dios ha puesto en el corazón de la humanidad la llamada del amor y que la respuesta de ese amor es entregar la propia vida por el bien de los otros. Hay muchas situaciones de la vida en las que podemos palpar esa forma de amor. Hay personas que en situaciones dramáticas y de dolor dan pruebas de amar a los demás hasta el extremo. Hay madres que ante la enfermedad de su hijo te dicen que estarían dispuestas a dar parte de su vida o su vida entera por la salud de su hijo. Hay personas, que en situación de conflicto y por fidelidad a una opción, ponen en peligro su vida.

Que la entrega de Jesús no fue inútil lo muestra las personas que a lo largo de la historia han seguido su ejemplo, y han recibido de Jesús la fuerza para hacer de su vida un canto de entrega a favor de lejanos y cercanos.

A la mayoría de las personas las circunstancias de la vida no nos pondrán nunca frente a situaciones tan dramáticas en la que tengamos que elegir entre nuestra vida y la vida de los demás. Pero la vida de cada día sí nos pone en situaciones en las que tenemos que elegir entre nuestro propio provecho y el provecho de los demás. La vida si nos pone en la tesitura de elegir entre vivir guardando todo para nosotros o saber dar lo que somos y tenemos para el bien de los otros. ¿Cómo queremos vivir? ¿Solamente para nosotros y desde nosotros, o estamos dispuestos a introducir el bien de los demás en nuestras motivaciones vitales? En algunos sitios hay una canción que se canta en los funerales y dice: “Ante el hecho de la muerte recuerda que solamente podrás llevarte aquello que has dado”. Quizás solamente poseamos realmente aquello que damos.