Homilía. Domingo de Cristo Rey. 20 de noviembre 2011

El nuevo mundo de Jesús

Un educador que había trabajado en un proyecto de cooperación en un país azotado por la guerra me contaba lo que en una ocasión le sucedió. Paseaba por la calle y se encontró con un grupo de niños que estaban jugando. Entró en conversación con dos de ellos que se escondía detrás de un árbol que se encontraba al borde de la calzada. “¿A qué jugáis?” –preguntó. Y los niños respondieron: “A la guerra”. El les replicó: “No es un buen juego, ¿por qué no jugáis a la paz?”. Cuando todos los niños se agruparon de nuevo uno de ellos dijo: “Es buena idea la que nos ha dicho, vamos a jugar a la paz”. De repente un silencio intenso se apoderó de ellos, se miraron unos a otros, y volvieron a estar en silencio. Rompiendo el silencio uno preguntó: “Y ¿cómo se juega a la paz?”

La anécdota nos recuerda lo que ya sabemos. En la vida humana parece más fácil destruir que construir, derribar que edificar, jugar a la guerra que jugar a la paz. Y nos recuerda que, a veces para construir la paz, la convivencia, unas relaciones humanas más justas, nos faltan referencias y modelos.

Precisamente uno de los sentidos de la fiesta que hoy celebramos es el de recordarnos que en Jesús tenemos una referencia y un modelo para hacer un mundo más pacífico y justo. La fiesta de Cristo Rey nos dice que existe un mundo distinto y nuevo: el de Jesús de Nazaret, el de Dios. En ese mundo rigen principios, normas y leyes distintas a las que con demasiada frecuencia dominan en nuestro mundo. En el nuevo mundo de Jesús no impera la ley de la fuerza, ni de la indiferencia. Rige la ley de la misericordia y del amor.

Los educadores nos dicen que para educar a un niño tenemos que mostrarle valores, referencias que le ayuden en la vida. Educar a un niño no es cobijarlo en un mundo entre algodones. Ayudar a descubrir la vida no es llevarle a MacDonals y decirle que en la vida siempre conseguimos lo que deseamos. Para educar bien a un niño hay que ofrecerle valores que le ayuden a desarrollar su humanidad. Y esos valores se llaman respeto al otro, al más débil; se llaman convivencia, espíritu de colaboración y solidaridad…Donde faltan estas referencias solo habrá codazos y patadas, dureza en nuestras relaciones.

Los primeros cristianos entendieron que Jesús nos llevaba de la mano a un mundo distinto, más luminoso y humano en el que regían las leyes que habían orientado su vida: el perdón, la acogida de toda persona, la compasión…Y por eso llamaron a Jesús rey. Por ser el legislador de ese nuevo mundo.

En la fiesta de hoy debemos preguntarnos bajo qué ley vivimos nosotros. Cuál es la ley que domina nuestra vida. ¿Es la ley del aparentar, o la de la sinceridad? ¿Es la ley de la compasión y la misericordia, o es la ley de la indiferencia y la dureza ante los otros?