3º Domingo de Adviento. Ciclo A . 12 de diciembre de 2010

No conformarse con lo que hay
Todos sabemos como nos podemos sentir cuando apostamos todo a una carta y las cosas no salen como esperábamos. Hay padres que han volcado todas sus energías en la educación de los hijos, pero...los hijos no han caminado como sus padres esperaban. Hay veces que nos hemos esforzado mucho por conseguir y algo y una vez conseguido no tenía el resultado que prometía. Hay momentos en la vida que nos entregamos a una empresa, pero no nos produce los beneficios que pensabamos.

Por eso podemos entender a Juan Bautista tal y como se presenta en el evangelio de este domingo. Juan había puesto toda su confianza y su energía en Dios y su reino. Había sido tan consecuente que era una muchedumbre la que acudía a escucharle. Había tenido el valor para confesar a Dios delante de los poderosos y su compromiso le había supuesto la prisión. Y en prisión parece preguntarse si su esfuerzo ha dado resultado. Por eso manda a sus discípulos a preguntar a Jesús, si con él llegaba el Reino de Dios. Juan inquiere con la inquietud y la impaciencia de quien ha comprometido toda su vida en una empresa de la que espera ver resultados.

A la pregunta sobre la llegada de la salvación Jesús no responde con la rotundidez de la teoría. No responde de modo absoluto. Remite a los hechos. La llegada del Reino de Dios no tiene lugar con ruido de trompetas y tambores. Tampoco suenan sirenas que lo anuncien. El Reino de Dios irrumpe sin armar mucho ruido, pero provocando vida. Jesús recorre los signos de ese Reino: curación de la ceguera, de la invalidez, de la sordera de la lepra. Resurrección de los muertos y los pobres recobran la esperanza.

Jesús alude a los signos que realizará en su vida, pero también a dimensiones de la existencia. Podemos ver y ser ciegos para el dolor de los que nos rodean, para los signos de esperanza. Podemos ser ágiles de movimiento y sentirnos paralizados a la hora de comprometer nuestra vida, de salir al paso de la reconciliación. 

Jesús viene a curarnos pero esa sanación la reciben los que esperan. Los que no han dado todo por perdido. Los que no han clausurado las posibilidades de su vida. Los que esperan un futuro mejor. De esta clase de personas era Juan Bautista. No se conformaba con lo alcanzado y esperaba un futuro mejor. Por eso Jesús resalta su persona y dice que es más que un profeta.


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