Homilía del XXXIII domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo B. Domingo 15 de noviembre de 2009.



Mc13, 24-32 Leer los signos

Todos podemos cometer el error de no atajar un mal cuando aparecen los primeros síntomas. A veces por pereza, otras veces por descuido, quizás confiando que las cosas se solucionen por sí mismas, no siempre reaccionamos a tiempo cuando los primeros síntomas nos avisan de la proximidad de un mal. Por ejemplo, ante los primeros síntomas de un catarro, de un enfriamiento, no siempre reaccionamos tomando los medicamentos adecuados y permaneciendo en casa. Pero si no tomamos las medidas adecuadas, si arrastramos el catarro, ese enfriamiento puede desarrollarse en una gripe.

En nuestra vida hay síntomas que hay que tomarlos muy en serio. Quien piensa que no tienen importancia y deja pasar el tiempo sin tomar las medidas adecuadas tendrá que contar con la posibilidad de verse afectado por un mal mayor.

En este domingo el texto del evangelio nos habla de las señales que preceden la llegada del Hijo del Hombre. Jesús nos advierte que tenemos que aprender a leer los signos de nuestra vida. Igual que sabemos percibir la cercanía del verano cuando los árboles florecen, debemos saber interpretar los signos de la cercanía del Reino de Dios.

Aprended a descifrar los signos de los tiempos es ponerse en disposición de sacar las consecuencias de determinados indicios y no sólo lamentarse o quejarse de los males que nos rodean. Hoy día todos vemos señales de que muchas cosas a nuestro alrededor no funcionan bien. El subdesarrollo resultado de la injusticia, la violencia, la corrupción....Son indicios que dicen que tenemos que cambiar algunas cosas de nuestra vida social, de nuestras relaciones económicas, del modo de distribuir la riqueza.

Podemos continuar arrastrando los síntomas hasta que las disfunciones desarrollen males peores. O podemos intentar modificarlos y atajarlos cuando se manifiestan los primeros desarreglos. La respuesta está en cada uno de nosotros. La posibilidad de atajar los primeros síntomas del mal que nos rodea está en nuestras manos. Un viejo profesor solía decirnos a sus alumnos que la llegada de un mundo mejor empieza por que cada uno cuidemos con cuidado y esmero del portal de nuestras casas.

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