Evangelio del Domingo 27 de septiembre
XXVI Domingo del Tiempo Ordinario




TIEMPO DE PODA

En los trabajos de jardinería el plantar es un arte. Hay que saber cuándo y cómo se siembra una semilla o se planta un retoño. Pero tan importante como plantar es saber arrancar las malas hierbas. Los buenos jardineros están atentos a las malas hierbas que crecen y las arrancan cuando es necesario. De este modo, impiden que los retoños jóvenes puedan ser ahogados por hierbas extrañas.

Lo que sirve para el crecimiento de las plantas también sirve para el desarrollo de nuestra persona y de nuestras cualidades. Cada uno de nosotros está dotado de unas determinadas cualidades. Hacerlas crecer y fructificar es tarea nuestra. Del ejercicio, de la práctica de nuestras cualidades, depende nuestro crecimiento personal. Pero para desarrollarnos no sólo tenemos que cultivar nuestros dones. Tenemos que estar atentos a las costumbres extrañas que se pueden adueñar de nuestra vida y echar a perder nuestras capacidades


En el evangelio de hoy Jesús dice que si nuestras manos, nuestros pies, nuestros ojos, pueden echarnos a perder nuestra vida es mejor arrancárselas antes. Con estas palabras Jesús se refiere a las cosas que pueden echar a perder la vida. Igual que el jardinero sabe arrancar lo que no pertenece al jardín también nosotros tenemos que saber arrancar lo que no pertenece a nuestra vida. Todos tenemos que preguntarnos cuál es el camino que recorren nuestros pies. Si el camino de nuestra vida sigue la dirección correcta. Si es el camino que nos conduce a la paz y la alegría. Todos tenemos que preguntarnos a donde dirigimos nuestra mirada, qué cosas realmente esperamos.


La imagen de arrancar la mano, el pie o el ojo es fuerte y puede ser utilizada para provocar miedo. Pero Jesús no quiere asustarnos. Quiere advertirnos de lo difícil que puede resultar romper con algunas costumbres. Todos sabemos que podemos hacer nuestra vida un poco más feliz, más sana, más plena. Pero para conseguirlo tenemos que cambiar algunos de nuestros modos de vivir. Y ese cambio no siempre es fácil. En el evangelio de hoy Jesús nos advierte que si queremos hacer que el jardín de nuestra vida florezca, debemos de empeñar en cuidarlo en vez de mirar tanto al jardín del vecino.

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