III Domingo de Adviento. Homilía. 13 de diceimbre de 2009

¿Cómo hacer las cosas?

“Antes las cosas eran más sencillas. Había criterios, reglas claras. Se sabía qué hacer y qué decir. Hoy las cosas resultan más complicadas y uno no sabe a que atenerse. Hay opiniones diversas. Unos dicen una cosa y otros dicen otra, y al final no sabemos a que atenerse”.

De este modo y de forma parecida se expresa mucha gente en lo que se refiere a la vida cristiana. Muchas personas buscan claridad en la fe, reglas a las qué atenerse, criterios para poder identificar la verdad. Esas mismas personas dicen a veces que hoy en la iglesia hay opiniones diversas, que unos sacerdotes presentan la vida de fe de una manera y otros de otra, y uno al final no sabe quién tiene la razón.Es cierto que hoy muchas personas expresan esta dificultad. Pero también es cierto que antiguamente las cosas no eran tan claras como parece. Es cierto que la fe conlleva la adhesión a unas verdades y la fe se realiza en el compromiso personal con determinados criterios de vida y comportamiento. Pero también es verdad que la fe es búsqueda, que la fe es pregunta, que la fe no resuelve todas nuestras dudas.

En el evangelio de hoy se cuenta que personas de diferente condición se acercaban a Juan el Bautista para preguntarle ¿Qué debemos hacer? ¿Cómo tenemos que obrar? La respuesta resulta clara. Cada uno debe vivir con honradez y justicia en la situación en la que la vida le ha puesto.

Esa es la mejor manera de esperar al mesías, de aguardar la salvación

II Domingo de Adviento. Homilía. 6 de diceimbre de 2009


EL CAMINO EN EL QUE DIOS ENCUENTRA 
A LA HUMANIDAD

En las tareas agrícolas hay un tiempo para recoger la cosecha y hay un tiempo para sembrar. Pero también hay un tiempo para roturar los campos. Para dejar que la tierra se airee y recobre su vitalidad. El adviento es el tiempo para roturar la propia vida. Es el tiempo de poner a airear nuestra persona para dejar que penetre en ella el aire fecundo de Dios.

Cuando Juan bautista, recogiendo las palabras de la tradición profética, llama a preparar el camino nos está invitando a remover la tierra de nuestra vida para que tracemos en ella el camino del Señor. Y es preciso recalcar que el camino que tenemos que abrir no es nuestro camino. El que es resultado de nuestros deseos, planes y cálculos. Se trata del camino del Señor. Un camino que pasa por nuestra voluntad pero que nace en un lugar anterior a nuestro propio yo.

El camino del Señor a veces doblega nuestros deseos y cálculos. Pero siempre ensancha nuestra vida y persona. Nos lleva a lugares nuevos y desconocidos, enriquece nuestra persona, nos conduce a la libertad y el futuro.

El camino del Señor tiene un nombre: Jesucristo. Él es la vía sobre la cual Dios viene a nuestra vida. Las gentes de todos los tiempos y épocas se han preguntado por el camino de la auténtica humanidad, por el camino de la paz y el encuentro interhumano. Quienes vivimos en las sociedades industriales estamos rodeados de caminos que unen los centros de producción con los de consumo; de autopistas de la información; de vías que desplazan a miles de personas a los centros de ocio y recreo. Son caminos que facilitan la vida. Pero nos siguen faltando vías de encuentro interhumano, caminos que nos conduzcan más allá de nosotros mismos, a ese lugar de plenitud inagotable.